La Cuaresma
Llámase Cuaresma el ayuno anual que impone a sus fieles la Iglesia Católica y que comenzando el miércoles de Ceniza —día en que la Iglesia hace recordar al hombre que es polvo— se termina el domingo de Resurrección. El ayuno consiste en no comer ni beber[52] sino a ciertas horas, y en días de abstinencia en no comer ni carne, ni grasa que no sea vegetal, ni huevos, ni lacticinios. Nosotros, los españoles, gozamos del privilegio de la Bula, que nos autoriza para comer los días de vigilia huevos y lacticinios.
Y recuerdo que cuando era joven no se podía promiscuar en toda la Cuaresma y se comía de vigilia los cuatro días de Semana Santa: miércoles, jueves, viernes y sábado…
Se desconoce el origen de la Cuaresma; unos atribuyen su implantación a Moisés; otros, en cambio, creen que los israelitas copiaron este rito de los egipcios. La verdad que todas las naciones que tienen leyes, tienen su Cuaresma. De lo que se deriva que los legisladores la implantaron, sea para ejercitar en el hombre el espíritu de sacrificio, sea por razones de higiene o por proteger a ciertos animales en su período de reproducción.
Se comprende que el hombre a medio civilizar no se hubiera avenido a razones económicas ni a preceptos de higiene; hubo que imponérselo como precepto religioso.
El rigor de la Cuaresma fue la reacción frente a los excesos del mundo pagano, y era necesario para que, elevándose el espíritu por encima de la materia, creara un mundo mejor.
En el Concilio de Nicea la Cuaresma fue por primera vez objeto de una discusión legal por parte de los doctores de la Iglesia, aun cuando la asamblea de los obispos reconocía estaba ya establecida. Se decidió que fuera de creación apostólica, por desconocer su verdadera creación. La Cuaresma entonces, a pesar de su nombre, no constaba más que de treinta y seis días. Fue hacia el siglo IX cuando el ayuno de los cuarenta días se hizo de precepto riguroso.
Los preceptos de la Iglesia no sólo abarcaban la abstinencia de carne y vino y una sola comida a las seis de la tarde con los alimentos permitidos, sino que llegaban hasta la supresión de cuanto pudiera ser objeto de una satisfacción física. Había que privarse de sueño, de recreo, de trato de gente, dar limosnas, vestirse modestamente. La continencia estaba recomendada a los esposos, por lo que ha prevalecido no casarse en Cuaresma.
Como decíamos antes, los católicos de los primeros siglos, durante la Cuaresma, tan sólo hacían una comida al atardecer, y no comían más que pan, hortalizas y frutas, los lacticinios, huevos, viandas y vino estaban prohibidos; el pescado estaba permitido, pero como escaseaba tanto no había que contar con él.
En Francia, aún en el siglo XVII se observaba con mucho rigor. Luis XIV, el 26 de enero de 1671, promulgó un decreto en que se ordenaba se hicieran registros domiciliarios, desde el miércoles de Ceniza hasta Pascua, requisando cuanta carne, ave o caza fueran hallados, enviando lo requisado a los hospitales. Eso es una prueba de que en Francia la Cuaresma no era observada con mucho rigor. En la Corte todo el mundo tenía que comer de vigilia, y madame de Montespán, que había dado ocho hijos adulterinos al rey, así como éste (su cómplice), observaban con todo rigor la Cuaresma; hasta hacían pesar el pan para no comer más de la cantidad permitida; lo que prueba que eran unos hipócritas pues en cuanto falleció Luis XIV dejaron de ser devotos. Hoy día, Francia es el país que menos observa la Cuaresma.
Tampoco en el siglo XVII debían ser los españoles muy escrupulosos en cuanto a vigilias, si hacemos caso a lo que relata mademoiselle de Montpensier[53] en sus Memorias:
«Muchos franceses fueron a ver la Corte de España en San Sebastián. Monsieur Le Tellier y el mariscal de Villeroy fueron también, y don Luis de Haro les invitó a comer; era viernes; se escandalizaron mucho de ver que les servían carne y pescado, tanto más que los españoles se hacen los santos. Estos señores manifestaron su sorpresa a don Luis de Haro, y los españoles quedaron edificados de la religión de los franceses».
Yo creo que don Luis de Haro les tomó el pelo al hacerles creer que estaba admirado de su religiosidad…
Aparte de eso, Post-Thebussem, en su obra Ruperto de Nola, también hace referencia a lo reacios que se mostraban los españoles del siglo XVI a observar ayunos y vigilia.
Y don Luis de Cabrera nos dice en su crónica fechada en Madrid el 20 de marzo de 1599 lo siguiente:
«El rey Felipe III, con la Srma. Infanta, acudió a un sarao en casa del conde de Benavente…
»Y se dio a Su Alteza y a las damas una gran colación de más de trescientos platos de confituras y otros regalos por ser día de ayuno; a la noche, en Palacio, hubo comedia, entretanto que el Rey cenaba retirado porque comía carne…
»Luego danzaron, retirándose los Reyes a las dos de la noche».
Antiguamente se ayunaba los miércoles y viernes de todo el año; transferida después la observancia del miércoles al sábado, quedaron este día y el venidero de riguroso ayuno. El extremado rigor dio lugar a la extremada licencia, mas ya la Iglesia fuese mostrando más tolerante y los españoles más fieles observadores del precepto. Hoy día, ayunos y vigilia se han reducido y dulcificado de tal modo que casi no resultan sacrificio.
El ayuno, como lo tenemos dicho, no es privilegio de los católicos, apostólicos y romanos. Los hindús adoradores de Osrahama, desde la antigüedad más remota practican el ayuno. Los persas en el Magistro prescribían ayunos y abstinencias. Los adeptos de Buda, mil años antes de nuestra Era, practicaban principios análogos que se extendían a más de doscientos millones de seres. Mahoma, en el Corán, prescribe un ayuno rigurosísimo con preceptos muy severos tocante a ciertos alimentos. Lo que nos lleva a la conclusión que los fundadores de religiones fueron gente sabia, instruída y que quisieron siempre el bien de sus adeptos.
La Iglesia griega siempre ha sido más rigurosa en cuestión de ayunos que la Iglesia Católica, pues prohibe la carne, el vino, la leche, los huevos, la mantequilla y hasta el aceite. Además de la Cuaresma de Pascua de Resurrección, de cuarenta días, los griegos observan otras cuatro de siete días: una, la de los Apóstoles; la segunda, la de la Asunción; la tercera, la de Navidad, y la cuarta, la de Transfiguración. Las primeras Ordenes religiosas latinas tuvieron también tres Cuaresmas de cuarenta días cada una.
Los musulmanes tienen también su Cuaresma, llamada Ramadán; que consiste en no comer, beber ni fumar (y Alá sabe cuán fumadores son) desde la salida hasta la puesta del sol. Bien es verdad que por la noche se desquitan ampliamente.
* * *
Y para no entretenernos demasiado sobre las vigilias de nuestros abuelos doy a continuación la nomenclatura de una comida dada por el obispo de París en 1571, el día de Viernes Santo: 4 salmones, 10 rodaballos, 17 sollos, 50 libras de ballena, 10 langostas, 9 sábalos, 60 carpas, un cesto de hermosos mejillones, 18 lampreas, 18 truchas, 200 hermosos cangrejos, 200 arenques, 3 cestos de barbos, 600 ancas de rana, 40 hermosos lenguados. Ignoramos el número de comensales, pero nos consta que la vigilia fue rigurosamente observada.
Y para terminar damos a continuación el menú del banquete dado por el marqués de Quinsonnière de Vieval el Viernes Santo de 1876:
Comida de vigilia
- Huevos de Abrantes.
- Huevos Gransay.
- Huevos Safo.
- Huevos friands.
ENTRANTES
- Koulibiak de salmón a la Imperial.
- Rodaballo a la Renaissance.
- Estofado de anguilas a la francesa.
- Granadinas de carpa a la Gauloise.
- Truchas Regencia.
- Panes de lenguado a la Delfina.
- Bordura Maupassant.
ASADOS
- Sarcetas al vino de Malvasía[54]
- Sábalo de la Chateleine.
PLATOS FRÍOS
- Galantina de trucha Valois.
- Demoiselle de Caen a la Normande.
LEGUMBRES
- Espárragos salsa Vierge.
- Gratinada de hongos a l’Eveché.
ENTREMESES[55]
- Suflé a l’Infante.
- Bombe Signorita.
- Pastelería variada.
VINOS
- Chablis Moutonne 1885.
- Château Latour 1848.
- Clos Vougeot 1862.
- Champagne 1865.
- Grande fine 1800.
Así, así se puede uno abstener de carne sin sacrificio alguno, ¿verdad?
En España, la vigilia no ofrece problema. Gozamos de la Bula, que nos coloca en un plan de privilegio que nos envidia todo el orbe católico. Los que no han tenido la suerte de nacer españoles tienen que hacer vigilia todos los viernes del año, lo que les complica aún más la cuestión. Por eso se han preocupado tanto de dictaminar si ciertas aves acuáticas eran o no eran grasas y se podían comer en días de precepto; otro tanto han hecho tocante a los cangrejos de río y a las ranas, resultando éstos aptos para vigilia.
En el año 1696 hubo una célebre consulta para que dictaminara la Santa Sede si los volátiles anfibios eran o no eran de vigilia. Los doctores de la Iglesia, después de haberlo meditado mucho y de serias consultas, dictaminaron que para juzgar si un anfibio era más carne que pescado o más pescado que carne no había de fijarse ni «en su calor, ni en el color y abundancia de su sangre, ni en la piel, ni en el plumaje, ni en sus graznidos, ni en su vuelo, ni en su figura, ni en el colorido de la carne, ya que todo ello es apariencia y común a muchas especies». Lo que tan solo se debe tener en cuenta es la grasa. «La grasa de los animales terrestres es una verdadera sustancia, en vez que en los pescados es aceite». De lo que se deduce que todos los volátiles acuáticos, cuyas carnes son aceitosas, pueden ingerirse sin reparo alguno los días del vigilia, incluyendo en esto todo animal cuya sangre sea fria: como el castor, la nutria, la tortuga, la rana, el caracol, etc.
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Madame Victoria, hija de Luis XV[56], era una princesa bondadosa, afable, sencilla, y era querida de cuantos la rodeaban. Era, además, muy caritativa, muy piadosa y escrupulosa, observando con rigor ayunos y abstinencias; pero como en este mundo nadie es perfecto, la reprochaban su sibaritismo en la mesa, y sus comidas de vigilia eran la envidia de toda la Corte por su especial suculencia. Madame Victoria daba, como decimos, gran importancia a los goces de la mesa, pero como era muy escrupulosa solía dudar en si se podía o no se podía comer ciertos manjares en días de abstinencia. Cuentan que estuvo muy atormentada en si era o no era de precepto cierto volátil acuático. Consultó con un prelado que presenciaba su comida, y el prelado le manifestó en tono positivo que cuando hubiera la menor duda bastaba, una vez asado el pájaro, pinchado con una aguja larga y echar el jugo obtenido en un plato bien frío: si el jugo se cuajaba al cuarto de hora era señal que era un animal graso y no se podía considerar de vigilia; en cambio, si el jugo se conservaba líquido y aceitoso, se podía comer sin escrúpulo alguno. Madame Victoria mandó se hiciera la prueba ante ella; el jugo extraído no se cuajó, con gran alegría de la princesa, que era muy aficionada a este manjar.
A pesar de todo la comida de vigilia no gustaba a nuestra princesa, así que solía esperar con impaciencia que dieran las doce de la noche del Viernes Santo para sentarse a la mesa y saborear una hermosa pularda con arroz y otras cosillas más suculentas aún.
Se le perdonaba su pequeño pecado de gula, así como su amor a las comodidades, pues la compensaba ampliamente con sus excelentes cualidades.