Las ostras
Según la ciencia, la ostra es un alimento que no produce indigestión.
La ostra ha sido siempre muy apreciada, y como es un alimento que se ingiere crudo, seguramente será uno de los primeros que tomaran los habitantes de las orillas del mar…
Los indús, los egipcios, las comían, y en cuanto a los griegos, era seguro que debían ingeridas en cantidades fabulosas, si hacemos caso a lo que nos dicen los historiadores, que «Arístides fue desterrado por una gran mayoría de ostras» (se conoce que las conchas las empleaban como papeletas para votar).
Los griegos las importaban del Helesiponto; se recogían en Lesbos, lugar donde Leandro se echaba al mar para sus nocturnas visitas a Eros. Este lugar se llama hoy día Boralli Calessi.
Los romanos, mucho mejores gastrónomos que los griegos, las apreciaban tanto o más que nosotros; las servían colocadas en nieve o bien cocidas sazonadas con garum (salsa que hemos descrito en este libro).
Lo mismo que nosotros decimos ostras de Ostende, Marennes, inglesas, portuguesas, etc., ellos las clasificaban por ostras del lago Lucrin, Tarento o Circei.
Más adelante, conquistadas las Galias, fueron las ostras del Océano las preferidas.
Los buenos catadores de ostras dicen que debe uno abstenerse de comerlas los meses que no tienen erre, que es como decir que las ostras han de comerse heladas.
Fue un romano, como siempre, Sergio Orate, que vivió doscientos cincuenta años antes de Jesucristo, el que primero tuvo la idea de cultivarlas. Traficó con este molusco, perfeccionado por él, e hizo fortuna.
Sergio Orate fue el abuelo de Sergio Catilina.