La lamprea

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

La lamprea

Este pescado, parecido a una gruesa anguila, goza de mala fama, pues cuenta la leyenda que los antiguos romanos las engordaban con carne de esclavos, que echaban vivos en los viveros.

Hay quien lo niega; en cambio, otros lo aseguran, apoyados en lo siguiente: habiéndose invitado Augusto a comer en casa de Vedio Pollion, un esclavo tuvo la torpeza de romper una soberbia ánfora de cristal. Vedio Pollion, que pensaba deslumbrar a Augusto con tamaña joya, ordenó que el esclavo fuera echado en el vivero de las lampreas; el sentenciado, loco de terror, se arrojó a los pies del emperador pidiendo clemencia. No sólo se la concedió Augusto, sino que ordenó se rompieran cuantos enseres hubiera de cristal en la casa y secar todos los viveros.

El poeta latino Horacio hace un canto a la lamprea, servida con una salsa preparada con aceite, vino, vinagre, sal y pimienta.

Plotino reprocha a los Papas y nobles romanos de obsequiar a sus amigos con lampreas que pagaban a peso de oro, y que hacían morir ahogándolas en vino de Chipre, colocándolas una nuez mascada en la boca y un clavillo en las agallas; después las guisaban con almendras machacadas y muchas especias.

En Inglaterra escasea la lamprea y se paga muy cara.