Príncipes cocineros
Muchos reyes y príncipes no han desdeñado ponerse ante el fogón y hasta, en ocasiones, han inventado guisos geniales.
El regente de Francia era un gourmet y un excelente cocinero. Inventó los «Pains à la Orleans»; su hija, la descocada viuda del duque de Berry, los «filetes de liebre a la Barry»; Richelieu, la excelente «salsa mayonesa». El marqués de Bechamel, la salsa que lleva su nombre y el «bacalalo a la crema». A la marquesa de Pompadour, querida declarada del rey Luis XV; debemos las «pechugas de ave a la Bellevue» y los «paladares de buey»; sospecho que sería su cocinero el inventor…
En cuanto a las «tartaletas a la Mirepoix», la «cartuja a la Manconseil», las «pechugas a la Villeroy», creemos firmemente que deben su nombre a la inventiva genial y a la «coba» de sus cocineros. La sopa a lo Xavier fue inventada por el hermano de Luis XVI, que reinó luego bajo el nombre de Luis XVIII. Dicen que éste inventó también una chuleta… El otro hermano de Luis XVI, que andando el tiempo ocupó el trono de Francia con el nombre de Carlos X, dicen que inventó las mollejas a la royale, y Condé dio su nombre a la «sopa a la Condé», y Crecy a otra que lleva su nombre.
A la marquesa de Maintenon, esposa morganática del rey Luis XIV de Francia, se le atribuye el haber inventado las «chuletas a la papillote», en colaboración con su padre, el barón Constant de Aubigné.
Al rey Luis XIII, esposo de la infanta Ana de Austria, se atribuye la invención de la tortilla con torreznos; esta tortilla creo que no la inventó nadie, o, lo que es lo mismo, cualquier granjera a quien se le ocurriría añadir tocino a una tortilla por ser el ingrendiente que más a mano tenía… (Aparte que no creo que los «torreznos» sean exclusivamente franceses).
Y ya que hemos tropezado con huevos, referiremos una bonita anécdota sobre ellos que acude a mi memoria:
La bellísima duquesa de Lauzun, nacida Boufflers, en una estancia que hizo en Chanteloup[98] causó la admiración de todos por su arte para confeccionar huevos revueltos (oeufs brouillés).
El abate Barthelemy, cronista de Chanteloup, nos revela el suceso en una carta suya dirigida a madame Du Deffand:
«Ayer al mediodía, fecha memorable en la historia de los huevos, cuando nos preparábamos a almorzar, trajeron cuantos enseres eran necesarios para la gran operación: un infiernillo, mantequilla, caldo, sal, pimienta y huevos; madame de Lauzun, temblorosa y sonrojada, se dispone a actuar; con valor intrépido pone mantequilla en la cacerola, casca y añade los huevos, los sazona con sal y pimienta y comienza a moverlos y a revolverlo de izquierda a derecha, por debajo y por encima, con una pericia y un acierto del que no hay ejemplo en la historia. Jamás se comió manjar más excelente.
»Este primer experimento se hizo en pequeño, pues tan solo se “revolvieron” seis huevos. Hoy se va a renovar el experimento en grande y si el éxito es igual, le concederemos a madame de Lauzun la supremacía incontestable tocante a los oeufs brouillés».