El esturión de M. de Cambacérès
M. de Cambacérès recibió en el mismo día y para el mismo banquete dos esturiones que pesaban, respectivamente, 162 y 187 libras.
Bouché, su cocinero, pensó que debía consultar el caso con Su Alteza, exponiéndole que si se servían los dos a la vez el menor desmerecería, y si tan sólo se servía uno el segundo no sería aprovechable, ya que no se podía servir dos días consecutivos el mismo pescado en casa de Cambacérès.
Éste opinó lo mismo, y después de haber conferenciado con su amo el cocinero salió radiante del despacho, pues Cambacérès había tenido una idea genial que permitía servir los dos pescados sin detrimento el uno del otro.
A la hora del banquete, el esturión, cocido, fue asentado sobre un lecho de lechuga picada, adornado con una guirnalda de flores, e hizo su presentación en el comedor precedido por una orquesta de flautas y violines.
El flautista, vestido de cocinero, entró primero, seguido de dos violinistas vestidos como él, y en seguida el esturión, precedido de dos lacayos con antorchas, dos ayudantes de cocina con sus cuchillos al costado, y presidiendo el cortejo un maestresala con gran librea y marcando el paso con su alabarda.
El esturión, colocado encima de unas parihuelas cuyas extremidades descansaban sobre los hombros de otros dos ayudantes de cocina y su cortejo, dio la vuelta entera a la mesa, causando la admiración de los invitados. Fue tal la emoción que, olvidándose del respeto debido a monseñor, damas y caballeros se subieron sobre las sillas para ver mejor.
Una vez dada la vuelta, y en el preciso momento en que había de servirse, los cargadores dieron un traspiés y el pescado cayó al suelo.
Se oyó una exclamación unánime, seguida de una lamentación prolongada y de un vocerío atropellado comentando lo sucedido.
Cambacérès entonces, dominando con un gesto el tumulto, dijo con la sencillez de un tribuno romano:
«Suban el otro».
Y ante las atónitas miradas de los contertulios volvió a aparecer un segundo convoy exacto al primero. Su entrada fue recibida con vítores y aplausos, y se dispusieron a dar fin al segundo esturión.