El peyote
Esta planta (mejicana) se encuentra en el centro y septentrión y más preferentemente en las zonas montañosas de Méjico, y son muy curiosas sus propiedades.
Los pueblos precolombianos la conocían y la empleaban en ciertas ceremonias del culto, tradición que aún conservan ciertas tribus indígenas. La rareza y luminosidad de las visiones que provocan los alcaloides que contiene le han captado y siguen captándoles frenéticos adoradores entre los indios mejicanos.
El culto del peyote consiste en evoluciones coreográficas hechas alrededor del altar del Fuego. Por lo regular, solo los hombres, horriblemente desfigurados por dolorosos tatuajes, danzan en torno del altar, cubierto de pinturas simbólicas. A veces son admitidos durante la ceremonia mujeres y niños enfermos, entre los que reparte el sacerdote tajadas de peyote, que éstos y éstas chupan ávidamente con la fe de curarse.
Los indios huichols, refractarios a toda civilización; se engalanan y pintan para realizar la recolección del peyote, en la Sierra Madre, que a veces dista 400 kilómetros de la residencia de estos indígenas. Emplean más de un mes en realizar el viaje de ida y vuelta; ni la largura del mismo ni las asperezas del camino logran aminorar la adoración que sienten los indios huichols por el peyote.
Este tiene el tamaño aproximado de unos quince centímetros y se crían por racimos, integrando de dos a seis frutos cada uno.
Los peyotes, previamente cortados en trozos regulares, se dejan al sol e intemperie hasta secarlos.
Una vez secos se machacan hasta ponerlos en polvo, éste se mezcla con alcohol a 70 grados y se filtra, obteniendo de esta forma varios alcaloides solubles en éter y cloroformo que poseen curiosas propiedades.
Tomados en grandes dosis excitan vivamente la imaginación, que se traduce en sueños sorprendentes. Es un continuo desfile de animadas imágenes de bellos colores.
El doctor M. A. Douhier dice que «es imposible expresar la intensidad, la suntuosidad y la magnificencia de ese desfile de imágenes».
Se comprende que los indios llamen al peyote «planta divina», tanto más si se tiene en cuenta que el peyote tiene la ventaja sobre los demás estupefacientes de no encerrar para el hombre peligro alguno.