Luis XIV Y Molière
¿Quién era Molière?
Molière, para nosotros, es el autor de unas comedias que le han valido ser clasificado entre los mejores clásicos del siglo XVII, el siglo de oro de las letras francesas.
Pero no era esto tan sólo, era además un gran actor, que representaba él mismo sus obras, y era además camarero, tapicero de Su Majestad.
Estos cargos de Palacio —offices llamaban al cargo y officiers a quien los desempeñaba— eran muy solicitados; se compraban y se vendían muy caros, previo permiso del rey, y a veces eran hereditarios. No hay que creer que Molière tapizara muebles, no sabía; los verdaderos tapiceros eran los llamados garçons tapissiers.
Esta servidumbre no desempeñaba su cargo más que durante cuatro meses al año; a esto le llamaban servir por quartier; siendo, por tanto, cuatro los que desempeñaban cada cargo.
Como se ve por Molière, esto no les impedía tener otras ocupaciones.
Estos oficios eran muy solicitados, pues veían al rey en la intimidad y tenían entrada libre en los aposentos reservados; así que los cortesanos, los militares y hasta los diplomáticos a menudo conseguían una merced o un ascenso gracias a la recomendación de dichos officiers, ya que en aquel entonces todo dependía del capricho del rey.
Volviendo a Molière, cuyo verdadero nombre, era Juan María Pocquelin, éste se vio muy despreciado por sus compañeros por haber descendido a cómico; mostrábanse ofendidos porque pretendiera —como era su derecho— comer con ellos en la mesa del Controleur de la bouche[196].
Molière, este hombre genial, gloria de las letras francesas, para no afrontar sus desdenes, se abstenía de acudir a dicha mesa. El suceso llegó a oídos del rey y éste quiso darles una lección, siendo así que un día que prestaba sus servicios dijo al genial autor:
«Creo, Molière, que usted aquí no come a gusto porque a esos señores les parece usted poco para admitirlo a su mesa. ¿Tal vez siente usted apetito? Yo, lo confieso, lo tengo grande. Siéntese en mi mesa y que nos sirvan mi en cas[197] de la noche».
Y el gran rey trinchó por sí mismo un hermoso pollo, depositó una de sus pechugas en el plato de Molière, se sirvió la otra y ordenó entraran los palaciegos que tuvieran derecho a ello; estas entradas matutinas eran muy solicitadas y muy restringidas.
Cuando hubieron entrado:
«Véanme —les dijo— ocupado en dar de comer a Molière, cuya compañía rechazan mis ayudas de cámara».
Desde entonces Móliere no tuvo necesidad de acudir para comer a la mesa del Controleur, la Corte entera se apresuró a invitarle.