El brindis

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

El brindis

Los ingleses fueron los inventores del brindis; hoy ha caído en desuso; los últimos brindis creo que se cambiaron en los banquetes regios, entre soberanos: brindis políticos, generalmente.

Los alemanes tienen un brindis especial: prosit, y es completamente distinto al que conocemos: sin levantarse de la mesa, uno de los comensales se dirige a otro, y a la vez que levanta el vaso dice: «Prosit»; ambos a una han de apurar el contenido del vaso…

Los franceses tenían un brindis pintoresco: el que quería brindar se levantaba, y de pie brindaba en honor del que quería homenajear; seguidamente chocaban las copas unos con otros, y todos bebían a la vez.

En Inglaterra, Meca del brindis, éste tiene su historia y muchas anécdotas.

Entre otras hay una que resulta bastante chocante, tratándose de ingleses (puede que éstos no se chocaran fácilmente en el siglo XVI…).

Dícese que Ana Bolena, una de las esposas de Enrique VIII, y por más señas degollada por orden suya, y la más hermosa mujer de su tiempo, acostumbraba a bañarse a la vista de su séquito masculino; dichos gentileshombres, para cortejada, cogían agua del sitio en que se bañaba y bebían de ella.

Uno se abstuvo, y, preguntado por qué lo hacía, contestó:

—Es que me reservo para el brindis.

Muy galante, ¿verdad?

Y ahora la segunda anécdota.

El conde de Stair, embajador de Inglaterra en la Corte de Holanda, daba espléndidas fiestas, a las que invitaba a todo el cuerpo diplomático, y éste, como es natural, le correspondía con nuevas fiestas.

Un día que le había tocado al embajador de Francia el corresponder, recordando el emblema de su soberano, Luis XIV, brindó al sol naciente: todos acataron el brindis. El embajador de la emperatriz-reina brindó a su vez «a la luna y las estrellas», aludiendo a los principados de Alemania.

Le tocó el turno al inglés, y todos estaban atentos para ver cómo se las componía a fin de igualar a su soberano con los anteriores.

Él, gravemente, levantó su copa y dijo:

—A Josué, que detuvo el sol, la luna y las estrellas.

No está mal, aunque petulante y retador.

Y ahora la tercera y última anécdota.

En un banquete en Inglaterra se brindó, según costumbre, por las damas. Milord B…, muy conocido por su galantería, exclamó:

—Señores, brindo por el bello sexo de los dos hemisferios.

—Y yo —replicó el marqués de V…, más contundente que su amigo—, brindo por los dos hemisferios del bello sexo.