Napoleón I y las crêpes

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

Napoleón I y las crêpes[198]

En Francia existe una bonita leyenda sobre las crêpes. Cree el vulgo que para tener suerte durante el año nada como comer crêpes el martes de Carnaval, y que se puede consultar la suerte operando como sigue:

La crêpe, una vez hecha por un lado, hay que dade vuelta; la gracia es dársela sin tocada, es decir, haciéndola saltar dentro de la sartén sosteniendo ésta sobre el fuego por el mango. Si cae a la lumbre es mal presagio, y aclarado esto, entro en materia.

Como buen corso, Napoleón era supersticioso; así que todos los años el martes de Carnaval comía crêpes, y a veces hechas por él mismo. Dicen que en esto de hacer dar la vuelta a la crêpe, haciéndola saltar en la sartén, era digno de admiración: no le fallaba una…

Pero… la leyenda cuenta que el martes de Carnaval del año 1812 el emperador tuvo la ocurrencia de celebrado a base de las famosas crêpes, y para eso se trasladó desde el palacio de las Tullerías al castillo de la Malmaison, donde Josefina, su primera esposa, vivía recluida desde su divorcio.

—Josefina —dijo Napoleón—, vamos a hacer crêpes, como las hacíamos antes.

La emperatriz repudiada se apresuró a preparar la pasta, la sartén, las brasas… Napoleón, después de verter una cucharada de pasta en la sartén, cogió ésta por el mango, y en el momento preciso hizo saltar la crêpe. Pero Napoleón falló y la crêpe cayó en el fuego. Tres veces volvió a ensayar Napoleón y por tres veces la crêpe cayó al fuego…

Pocos meses después el emperador declaró la guerra a Rusia, vino el desastre… El mal presagio habíase realizado.