Algunos comentarios sobre la cocina de Montiño
Es imposible que en los siglos XVI y XVII los españoles no fueran algo cosmopolitas en el comer; eran dueños de dos mundos; por razones políticas, por las guerras, por el intercambio comercial, los españoles incesantemente pasaban de España a Italia, de Italia a Flandes, de Flandes a Alemania, de Alemania a Francia; naturalmente esos guerreros, esos políticos, esos comerciantes, probaban constantemente alimentos y guisos distintos; por tanto, nada de extraño que algunos les gustaran y los trajeran a España.
En Palacio era más natural aún que se comiera unas veces a la portuguesa, otras a la alemana, otras a la francesa, ya que los reyes de la Casa de Austria enviudaban y se volvían a casar con una facilidad asombrosa, y como siempre se casaban con extranjeras, era de cajón que éstas impusieran sus gustos.
Y otro tanto digo de los que iban y venían de América. Es asombroso la facilidad con que emprendían el viaje, siendo los navíos tan incómodos y los viajes tan largos. Pues bien; esos viajeros de ultramar nos trajeron el tomate, los pimientos y las patatas, todos ellos oriundos de América, y fueron imponiéndolos a los españoles, para quienes eran desconocidos, y esos tomates, esos pimientos y ese pimentón que hoy día nos parecen imprescindibles y que forman lo fundamental de nuestra cocina, costará convencerse de que Montiño no los cite ni una vez, pues podían no haberse vulgarizado, pero sí emplearse en lo que podríamos llamar la cocina de lujo, y no.