Historia del Chateaubriand

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

Historia del Chateaubriand

Chateaubriand, autor de los Mártires, del Genio del Cristianismo, de Memorias de Ultratumba, etc., etc., era, además, un gran gastrónomo…

Era un entusiasta del solomillo de vaca, puesto en bistec; pero tan sólo quería la parte interior, las dos tapas exteriores no le gustaban por turradas. Así lo hubo de explicar a su cocinero, Montmireil; éste, después de mucho cavilar, se le ocurrió una idea genial.

Bien limpio de nervios y pellejos un hermoso solomillo, cortó tres trozos en la parte central del mismo: un trozo soberbio y dos delgados; bien sazonado el trozo más grueso, lo colocó entre los dos más delgados, haciendo éstos de tapa. Sujeta todo con unas vueltas de bramante y colocó en una parrilla sobre un buen fuego de brasas, tostándolo más que de costumbre. Cuando calculó que el trozo de solomillo del medio estaba en punto (rosado por igual) tiró las dos tapas y lo sirvió acompañado de patatas suflés, y para halagar a su amo le dio su nombre.

En realidad, para confeccionar el verdadero bistec a la Chateaubriand —según su primitiva fórmula— hacen falta tres bistecs: dos que se tiran y uno que se come…

Hoy día ya no se estilan tales despilfarros, y el chateaubriand se hace, cuando se hace, cortando un enorme bistec en el centro del solomillo —ha de pesar de trescientos a cuatrocientos gramos y se emparrilla como es costumbre; desde luego que la parte de fuera siempre se turra algo.

Y añadiré que en el feliz año 1900, en el restaurante Champeaux, de París, cuya especialidad eran los chateaubriands, éstos costaban tres francos la pieza. ¡Precio inaudito para la época!