El huevo pasado por agua o cocido

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

El huevo pasado por agua o cocido

Para nosotros, los españoles, el salar un huevo cocido no ofrece dificultad alguna, ya que admitimos cascar el huevo y verterlo en una taza y hasta en un vaso. Pero para los extranjeros esto es el colmo de la mala educación…

Allí, el huevo, servido derecho en su cocotero, ha de salarse y comerse con su cáscara; para esto les enseñan de niños a levantar el casquito del huevo dándole golpecitos al través con el cuchillo. Esto requiere práctica pues si el huevo se derramara fuera sería una catástrofe.

Cuentan las crónicas que el rey de Francia Luis XV era un verdadero artista descabezando huevos; con solo un golpecito certero hacía saltar el casquito haciendo la admiración de los cortesanos, que se hacían lenguas de su destreza; halagándole tanto esa admiración que siempre que comía en público se hacía servir huevos cocidos.

Y como no siempre han de ser los reyes de Francia los puestos en solfa, voy a reseñar una anécdota sobre Don Alfonso XIII. Era éste un gran español y comía los huevos a «la española», cascándolos por medio y vertiendo su contenido en una copa de cristal.

Mientras así hacía, una dama allegada a él, inglesa de nacimiento (no era la reina), le contemplaba fijamente con gesto de reprobación. Don Alfonso se percató de ello y figurándose lo que pensaba esa persona exclamó jovialmente: «Y además le voy a hacer sopas». Y, dicho y hecho, desmigó pan dentro del huevo, lo revolvió todo y empezó a tomado a cucharadas. ¡Jamás un inglés o un francés lo hubiera hecho! ¿Cómo comen los huevos? Pues introduciendo en la cáscara un trocito de pan cogiéndolo delicadamente con los dedos y la clara pegada se rasca con una cucharilla.

Otro inconveniente: ¿Cómo salan ese huevo? Es cosa imposible… La sal no se disuelve fácilmente; se suele formar un grumo; así que comiendo el huevo al estilo extranjero tan sólo se tiene una vez la sensación de la sal, y entonces en demasía, y el restante resulta soso. Los ingleses lo remedian echando la sal e inmediatamente sobre ella una gota de agua para disolverla.

Yo, en contacto diario con unos ingleses, les había visto alguna vez, en el desayuno, verter una gota de té dentro del huevo y lo atribuía a excentricidad inglesa, y fue mucho más tarde cuando aprendí en Inglaterra a descabezar huevos y me enseñaron a salarlos propinándoles unas gotas de agua después de la sal. Y fue entonces cuando relacioné la gota de agua con la gota de té de mis ingleses.

Será más elegante, lo reconozco; pero nuestro método, el español, resulta desde luego mucho más cómodo.