El té

María Mestayer de Echagüe
«Marquesa de Parabere»

El té

La leyenda del té, leyenda china, es muy bonita; la leí en una ocasión, mas hace muchos años y no la recuerdo…

Hasta el siglo XVI no se introdujo en Europa, y donde tardó más en divulgarse fue en España. Yo, que nací en el siglo pasado, recuerdo que entonces no se concebía el tomar té como no fuera para contrarrestar los efectos de una indigestión; entonces imperaba la jícara de chocolate. Poco a poco, por moda, se fue sustituyendo el chocolate por el té. Hoy día nos hemos acostumbrado al té y sabemos apreciarlo, diferenciando el té chino del té de Ceilán y el té verde del negro. Pero aún recuerdo, y me causa risa el recordarlo, los sufrimientos de algunas personas rezagadas, que por chic tomaban té, y los esfuerzos que hacían por ingerido que llamaban «tisana para enfermos».

En Francia también encontró mucha oposición, tanta o más que el café.

Donde se implantó más rápidamente, constituyéndose en bebida nacional, fue en Inglaterra. En Alemania, en cambio, no alcanzó éxito alguno, imperando el café.

En Rusia y Polonia es la bebida nacional, tomando sendas tazas durante el día. En los hogares nunca falta el «samovar», lleno siempre de agua en ebullición a fin de poder ingerir té casi constantemente.

Los rusos toman el té de una manera original; me refiero al pueblo, pues las clases pudientes lo sorben como en todas partes, con la diferencia que las damas lo hacían en taza y los hombres en vasos de cristal, engarzados en plata y casi siempre poniéndole, en vez de leche, rajas de limón.

Pues bien; el pueblo toma el té solo, sin leche ni azúcar; se colocan un pedazo de éste en la boca, y les sirve para innumerables tazas, que se endulzan filtrando al través de él.

El mejor té que se bebe en Europa es en Rusia, por su proximidad con China, y el mejor té que venía a Europa era el llamado de la «Caravana», pues era transportado a través de Siberia. Dicen que el té transportado por mar desmerece…

Los árabes, marroquíes, etc., toman mucho té aromatizándolo con hierbabuena (hay que estar acostumbrado para que guste).

El té de exportación no se parece al té que toman los chinos. El té verde, que no colorea apenas el agua, tiene propiedades excitantes parecidas al alcohol. Yo lo he tomado muchas veces, y puedo certificar que produce excitación y euforia.

Generalmente en España se toma mal té (vamos mejorando), pues requiere muchos cuidados y no fiarse de la cocinera. El té ha de hacerlo la señora de la casa, en la mesa; costumbre inglesa que poco a poco vamos adoptando todos.

* * *

El té ha sido siempre la bebida de predilección de los intelectuales —el té y el café corren parejas—, por ser uno de los mayores estimulantes del sistema nervioso. Las personas linfáticas deben hacer uso de él por serles provechoso; no así las de temperamento nervioso; éstas deben abstenerse, por serles perjudicial, principalmente si lo toman con exceso.

El buen té quizá sea más estimulante para el cerebro que el café.

El doctor Johnson lo absorbía en grandes cantidades: hasta veinte tazas seguidas. Mistress Prozzi refiere que a veces estaba levantada haciéndole té hasta las cuatro de la mañana, sin que Johnson se diera cuenta de ello. Quizá el haber abusado del té fuese causa de sus insomnios y de su temblor nervioso, «una especie de narcotismo crónico», cuya verdadera causa se desconoce comúnmente, pero que es fácil identificar: exceso habitual de té o café. Entre estas sustancias hay bastantes divergencias, pero tomándolas con exceso tienen un rasgo común, que es el provocar un temblor muscular constante…

La influencia paralizadora de las dosis narcóticas del té desarróllase después merced a la producción de una especie de dispepsia particularmente rebelde.

Anécdota sobre el té

Hace muchos años, cuando ni en sueños el actual lord Limpton podía presumir la fortuna que le reservaba el destino, acababa de abrir uno de sus establecimientos enfrente de otro almacén similar que funcionaba desde hacía largo tiempo.

Entablada la competencia, el comerciante antiguo, aguijoneado por los métodos modernos de Limpton pensó que era necesario hacer algo para defenderse del innovador rival, y no halló cosa mejor que poner un letrero debajo del rótulo de su tienda en que se leía:

«Casa fundada hace cincuenta años».

Al día siguiente Limpton contestaba a la provocación colocando otro letrero más grande que decía:

«Casa fundada hace apenas quince días. No tenemos existencias viejas».